Hacía tiempo que el protagonista de nuestro pequeño relato vivía sin vivir en él por intentar hallar respuesta a un gran misterio; el protagonista de nuestra historia quería conocer y entender por encima de todo qué era eso del cosmos.
Ansioso en su búsqueda había viajado, visitado y conocido a grandes pensadores y sabios, sin saber ni poder ninguno de ellos darle respuesta a su pregunta. Hasta que un día llegó al sabio de la playa. Tenía las mejores referencias sobre él y confiaba en que por fin iba a hallar respuesta a su búsqueda.
El sabio se encontraba en la playa y allí se acercó el protagonista de nuestra historia.
Al conocerlo le preguntó:
-Sabio, ¿qué es el cosmos? ¿qué es eso de la vida?
El sabio le miró y le dijo:
-Excava un agujero muy grande y cuando hayas terminado, avísame.
Así lo hizo nuestro protagonista; excavó y excavó. Pasó un día entero sacando arena y poniendo todo su empeño en tener un agujero muy grande tal y como el sabio le había dicho. Al final del día y cuando creía concluido el agujero avisó al gran sabio de la playa.
-Ya está, ya he excavado un agujero lo más grande que he podido. Ahora sí, ¿qué es eso del cosmos?
El sabio mirándolo fijamente a los ojos le contestó:
-Ahora intenta meter el océano que tenemos por delante en tu agujero; eso es el cosmos.
Dice Beatriz V. Goyoaga, Directora para América Latina y España de El Arte de Vivir, que uno de los viajes más largos y difíciles de hacer en esta vida es uno muy corto y aparentemente fácil: los 30 centímetros que separan la cabeza del corazón.
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